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En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.

- Isaías 61:10

Cuando Jesús murió en la cruz y derramó su sangre, compró un traje de salvación para mí. Una de las bondades que ofrece la ropa es proteger el cuerpo del inclemente clima, pero esa protección y abrigo no tiene nivel de comparación cuando pienso en Jesús, ya que el vestido de salvación que Él adquirió para mí, pagándolo con su propia sangre, me protege de la condenación eterna, de los ataques satánicos, del fracaso, del miedo y de la angustia.

Jesús no solo me dio un vestido, también me puso un abrigo, una capa y un manto de justicia que me hacen justa ante Dios, de esta manera puedo entrar con toda confianza ante el lugar más sublime, santo y puro que existe: el trono de Dios. Gracias al manto de justicia puedo ir ante la majestuosa magnificencia del Todopoderoso Señor y Creador, sin temor a ser castigada.

En consecuencia, puedo vivir derribada, pero no destruida; en apuros, pero sin angustia; en ruinas, pero nunca arruinada; triste, pero nunca deprimida, porque el vestido de salvación y el manto de justicia con que Mi Dios me cubre, me dan la fuerza para que me goce en gran manera en Jehová y mi alma se alegre en Mi Dios. ¡Aleluya!

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